El bebé acababa de nacer, sanito, con sus ojos vivaces muy abiertos. En la nursery todo parecía estar en orden. El genetista respiró aliviado: su error no parecía tener consecuencias. Se iba apurado para no levantar sospechas; más adelante ya se vería.
– No se apure tanto, doc. -la voz del bebé sonaba nítida y hasta sarcástica. -Yo sé lo que hizo el verano pasado.
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