Mi mamá falleció hace cinco
años. En vida, nos pidió que cuando llegara el momento cremáramos a mi papá,
que estaba en nicho hacía quince, y lanzáramos las cenizas de ambos al Río de
la Plata. Querían irse por donde bajaron del barco hace más de setenta años.
Yo todavía me niego. Los
tengo en casa, juntitos, hasta que reúna coraje. Pero creo que será pronto: los
golpecitos sordos en la puerta de mi armario son cada vez más frecuentes.
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