Ya estaba en el día de los hechos, así que debía apurarse e intervenir lo mínimo indispensable.
Emboscaron al asesino en aquel callejón oscuro, él por un lado y Brodsky por el otro. Entonces gritó, oculto detrás de sí mismo ¡Abajo, Brodsky! Y evitó que la bala lo alcanzara.
No contó con la rapidez del asesino para girar 180° al oír su voz.
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