El agua vengativa espiaba de cerca los diarios pero mínimos movimientos telúricos. Rogaba día y noche porque alguno subiera de 6 puntos escala de Richter. Con eso bastaría para terminar de resquebrajar la represa que la mantenía quieta, estancada, aburrida. Ansiaba su libertad y sabía que algún día la lograría, a costa de lo que fuera.
Porque el hombre nunca podrá contra la naturaleza.
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