Todo había sido cuidadosamente planeado, pero ahora dudaba.
Efectivamente, los perros no ladraban y la luz encendida le indicaba que él se
encontraba leyendo su novela en el sillón verde del salón principal. Pensó que aún
no habría llegado al capítulo final. Estaba a tiempo. Arrojó lejos el puñal y
se encaminó hacia la puerta. Lo resolverían como caballeros. Después de todo
odiaba las novelas con finales violentos.
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