Nos despertamos antes de que el sol se filtre por la persiana y comenzamos con la rutina.
Tomamos la medicación y después el desayuno: vos mate cocido y yo leche mas tostadas con manteca y mermelada. Tené cuidado que la mermelada es líquida y se te puede caer por la comisura. Después mirás un poco de tele o agarrás el libro y yo tomo un poco de sol.
Charlamos un poco con la gente, no mucho porque todos tienen sus propios problemas ¿viste?
Cuando nos queremos acordar llega la hora de la comida. Hoy tenemos bombas de papa a la crema con gelatina de postre. Está bien, la comida es buena ¿no?
Después nos tiramos un ratito a dormir la siesta, miramos un poco de tele, tomamos mate y llega la hora de la merienda y las pastillas. Otra vez las tostadas y el mate cocido y la leche.
La tarde se hace larga, vos mirás al Negro Oro y yo miro la novela de la tarde. El sol ya se va... cada vez mas temprano.
A las ocho ya estamos cenando, pastillas de por medio y en un ratito más, a la cama. Se acaba el día y su rutina.
Vos la del geriátrico y yo la del psiquiátrico. Pero eso es solo un detalle. Pensá en que las dos estamos haciendo más o menos lo mismo, mamá.
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1 comentario:
Muy buen relato, especialmente cercano para quienes pasamos por el trance de cuidar a un padre anciano.
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