No tiene sentido darles explicaciones. Ellos jamás entenderían que las marcas de mis tobillos no fueron de una caída de la bici, ni por qué, desde que las tengo, bajo de la cama por la cabecera. No puedo decirles que Dobby fue confinado al rectángulo de madera debajo de mi cama, por tener la esperanza de ser famoso gracias a la pluma de Rowling. Ellos no entenderían que cada mañana quiere aferrarse fuertemente a mis tobillos, para salir a la luz que, me asegura, lo hará brillar. Ellos no preguntan. Me sirven el desayuno con las pastillitas verdes. Para el equilibrio, dicen. Y empezamos a hablar del tiempo.
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7 comentarios:
Benditos tobillos que le dan alas al otro mundo.
Besos.
Buen micro, como siempre. Esos tobillos malheridos... jeje
Un saludo indio
Continuaran dándote pastillitas verdes para el equilibrio pero, en su momento Bobby o como quiera que se llame la realidad confinada, acabará resplandeciendo tal y como se merece y tu dejaras de ser su prisionera.
Ah y la de ellos.
Un abrazo fuerte
Costumbre humana, esa de creer que quien no piensa o siente igual a todos está desequilibrado...
Cuándo nos dejarán pensar y sentir en libertad sin juzgarnos por ser diferentes al resto...?
Muy buen cuento... muy real...!
¡Qué terrible es la desolación del niño ante estos fenómenos que sus padres son incapaces de comprender! Cuando yo era niño, tenía pánico porque mi cuarto se llenaba de leña. Y sólo la veía yo. ¡Pero la veía!
Un abrazo, Claudia, y gracias por este cuento.
PABLO GONZ
Bendito desequilibrio.
Besos Linda!
¡Cuánta soledad se puede llegar a sentir cuando nuestras emociones no son abrazadas por las personas que nos rodean!
Esa soledad no desaparece con pastillas, sólo con verdadero amor.
Un beso que abraza emociones
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