Las almas de los que no habían sido enterrados, en aquella época, parecían tener menos importancia que las de los muertos, vistos los rezos, misas y responsos de las que eran objeto. Fue cuando don Braulio Contrera, en medio de su velorio, se sentó de golpe en su cajón y dijo “¿Qué pasa aquí carajo, por qué no están todos trabajando?”, cuando el pueblo unánimemente decidió abolir las misas de muertos, velorios y entierros y dedicar las plegarias a la salud de los vivos. Y cuando alguno moría, derechito al fogón iba.
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5 comentarios:
Un pueblo que hizo lo correcto.
Gracias Don Braulio.
Besos Linda!
Vaya con don Braulio, genio y figura hasta la sepultura.
Besos.
Como para andarse con responsos.
Blogsaludos
Buen micro, Claudia. Me gusta ese tono de literatura gauchesca que lo atraviesa. "¿Qué pasa aquí, carajo?", "derechito al fogón iba", etc.
Un abrazo,
PABLO GONZ
Me parece una decisión admirable, que va de la mano de aquello de temerle más a los vivos que a los muertos!
Un saludo
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