Llegamos a la casa con lo puesto. Irene buscó en la alcantarilla donde había tirado la llave y aún estaba allí, enredada entre guijarros y malezas. Haciendo la lástima a un costado, abrimos la puerta y entramos. Todo estaba tal como lo habíamos dejado; hasta el tejido delante de la cancel y el ovillo del otro lado. Eran las once.
Empezamos por la sala y las habitaciones: abrimos ventanas, quitamos polvo, Irene levantó la fuente de fiambres de su cuarto, yo tomé los quince mil pesos de mi armario. Doblamos el codo del pasillo; en la cocina y el baño también limpiamos: embolsamos las estampillas y tejidos viejos junto con las carpetas de macramé. Luego, nos enfrentamos a la puerta de roble que daba al otro lado de la casa. Lo habíamos pensado bien, la abrimos con decisión. Mientras Irene aireaba la sala de gobelinos, yo arremetí contra la biblioteca; toda la literatura francesa de la preguerra fue a parar a las bolsas. Irene siguió con el comedor, yo con los cuartos. Los recuerdos de nuestros bisabuelos, abuelos, nuestros padres y nuestra infancia también fueron embolsados.
Eran las siete cuando terminamos. Ya nos habíamos preparado un par de bolsos con algo de ropa y algunos documentos cuando un sonido sordo e impreciso detrás de la cancel nos alertó de la llegada del comprador.
Buscaba una casa espaciosa y antigua sobre la que pensaba escribir un cuento. Y nosotros, que ya estábamos grandes y cansados de rodar por ahí, no lo dudamos más. Nos entregó el resto del dinero y le dimos la llave.
Ya en la calle, me despedí de Irene con un abrazo. Finalmente, cada uno por su lado.
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6 comentarios:
¡Soberbio, Claudia!
Este micro cuenta más en lo omitido que en el material que conforma la trama. Gran tensión narrativa, con importante potencia semiótica, creo que has acertado de pleno en su contenido emocional reflexivo.
Mis aplausos.
Ah, excelente, Claudia!!!
Lo he leído con una sonrisa: porque la alcantarilla y la llave e Irene remiten inmediatamente, sin dudas, al cuento leído y admirado. Y no supe qué se proponía tu voz narradora, clara y mágica a la vez, hasta la última linea.
Sí, no es una frase hecha:leerte es un placer.
Un abrazo admirado.
Excelente, Claudia! No es nada fácil animarse a escribir desde ahí y te salió una maravilla!Saludos cronopios van!
que buen texto!
sin hablar de lo que ellos sienten, porque la lástima se hizo a un lado, uno puede percibirlo.
La casa será vendida, las historias seguramente se irán con ellos, un poco con cada uno y cada uno por su lado!
me quedo por tu casa Claudia.
Te saludo!
www.elblogdeescarcha.blogspot.com
GRANDE.
Y en sus múltiples lecturas muestra que vivían en un cuento y al vender la casa se quedan fuera del mismo.
Bravo.
Quizás al vaciar la casa el cuento ya no se escribirá, ya tiene fin.
Te espero en mi blog, con mis combustiones mentales cortas y otras no tanto, pero mucho cuento.
http://lairaconira.blogspot.com.es/
Besos.
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