Dos millones de piedras planas llovieron el último día sobre el pueblo. El sol que disolvió las últimas nubes, comenzó a calentar las piedras negras, haciendo hervir el barro que tapaban. La primavera comenzó a brotar. La vegetación se hacía cada vez más exuberante sobre aquel lugar signado por las tragedias. Sus habitantes, con la alegría recién recobrada, volvían a sentirse intranquilos con el avance inexorable del verde sobre el negro. Un verde que iba tomándolo todo; paredes, techos, postes, hasta los cables del precario tendido eléctrico quedaron ocultos por el vergel, que aceleraba su crecimiento si alguna raíz, un tallo, una hoja siquiera era cortada. Comenzó la emigración de los pobladores que, en caravana, iban en busca de otro lugar donde vivir.
Ya se había marchado el último hombre cuando unos niños, escondidos en el jardín de una casa, comenzaron a jugar a la payana con las piedras negras del suelo. Cada vez que levantaban una, el aire se calentaba y se detenía el crecimiento de su planta. Entonces comprendieron su misión. Pronto formaron las tribus payaneras, que desde aquellos tiempos pueblan la impenetrable Amazonia para mantener en equilibrio el clima ecuatorial.
Ya se había marchado el último hombre cuando unos niños, escondidos en el jardín de una casa, comenzaron a jugar a la payana con las piedras negras del suelo. Cada vez que levantaban una, el aire se calentaba y se detenía el crecimiento de su planta. Entonces comprendieron su misión. Pronto formaron las tribus payaneras, que desde aquellos tiempos pueblan la impenetrable Amazonia para mantener en equilibrio el clima ecuatorial.
.
15 comentarios:
Curioso bioma formado, entre otras cosas, por tribus payaneras. ¡Ójala el verde tuviera esta fuerza en todas las partes del planeta!
Un beso que viaja a la Amazonia a jugar a la payana
QUé relato bonito. Me gustó. me lo llevo en los bolsillos a la fría noche para calentarme un poquito. Yo jugaba muy bien a la payana, sabrán nuestros niños que significa payana? Un beso
Maravilloso relato sobre cómo un antiquísimo juego de niños puede armonizar un ecosistema cuando la racionalidad de los adultos se da por vencida ante los caprichos de la naturaleza.
Vamos todavía con esas tribus de mayores y niños payaneros, que también son parte del bioma Amazónico y además se divierten a lo grande!!!
Besos.
Rik
Las tribus payaneras.
Donde habrán quedado las piedritas que jugábamos.
Me encanto el relato.
Bien para esta tarde de cine.
Un beso enorme bonita.
Qué bonito!
Ceci: Fijate que las piedritas están en el delantal del cole... anda y buscalas, quizás así salvemos al planeta como las tribus de la amazonia.
Original, con algo de surrealismo o de realismo mágico... Muy bueno y entrañable.
Un abrazo
Norberto/Hansel
Hola Claudia:
¡¡Ostias, la payana!!
treinta y tres (¡33!) años sin oír hablar de la payana, yo que había sido campión mundial de mi pueblo.
hay cosas que también se exilian sin que uno lo advierta.
gracias por esta agitación de la memoria (llevo días juntando piedritas, a ver si aún soy capaz de hacer la del ocho)
un beso,
huugo
Me encantó este relato, Claudia. Tiene un tono especial, algo difícil de encontrar: entre bíblico, naïf, Herman Hesse... Muy particular, ya te digo. Uno de tus estilos.
Un admirado abrazo,
PABLO GONZ
Me gustó la inocencia y la sencillez de este relato, Claudia.
Precioso Claudia, me parece un cuento precioso con tintes de parábola. Me ha encantado. Un abrazo.
Hermosa misión la del juego de los niños. Tiene algo de leyenda ancestral, atávica, de fuera del tiempo. Enhorabuena.
Un saludo.
Precioso. Yo diría "equilibrio dinámico" porque todo cambia. Exquisito.
Salud.
todo se pierde y se olvida.
Los seres humanos al cuidado del equilibrio: como debiera ser.
Viendo el estado de las cosas, no es de extrañar que sean niños quienes dan con el descubrimiento.
Gran micro, Claudia!
Besos
Publicar un comentario