Apenas había acabado su plato de fideos de los almuerzos domingueros cuando tuvo una sensación rara.
Pidió permiso y se levantó de la mesa. Mientras se iba para el fondo, repasó mentalmente todo. Se levantó como siempre, desayunó, se vistió y al rato pasó a buscarla el tío con los primos para ir a dar una vuelta a alguna plaza.
Nunca iban al mismo lugar. Ese domingo fueron a otro parque abandonado. Siempre jugaban al doctor. Siempre había un lugar lo bastante oculto como para hacer de consultorio privado. Y a ella siempre le tenían que poner una inyección en la cola para que se curara. No le gustaba jugar al doctor. No le gustaba tener que bajarse la bombacha siempre. Pero todos pasaban por el consultorio, aunque con ella siempre tardaba más. Menos mal que las inyecciones no dolían -iba pensando- y algunas veces, hasta se iban todos a una calesita después.
Pero esta vez se sentía incómoda.
Llegó al fondo y detrás de la higuera se bajó la bombacha. Estaba mojada, como de un líquido blanco, pegajoso. Sintió miedo. No podía ser bueno eso… por algo le prohibía contárselo a nadie, a riesgo de que le cortaran la cabeza. Tenía que callarse, como siempre. Pero ahora tenía miedo, lo sentía en el estómago.
Se arrodilló junto a la higuera y comenzó a rezar: Padre nuestro que estás en el cielo…
Pidió permiso y se levantó de la mesa. Mientras se iba para el fondo, repasó mentalmente todo. Se levantó como siempre, desayunó, se vistió y al rato pasó a buscarla el tío con los primos para ir a dar una vuelta a alguna plaza.
Nunca iban al mismo lugar. Ese domingo fueron a otro parque abandonado. Siempre jugaban al doctor. Siempre había un lugar lo bastante oculto como para hacer de consultorio privado. Y a ella siempre le tenían que poner una inyección en la cola para que se curara. No le gustaba jugar al doctor. No le gustaba tener que bajarse la bombacha siempre. Pero todos pasaban por el consultorio, aunque con ella siempre tardaba más. Menos mal que las inyecciones no dolían -iba pensando- y algunas veces, hasta se iban todos a una calesita después.
Pero esta vez se sentía incómoda.
Llegó al fondo y detrás de la higuera se bajó la bombacha. Estaba mojada, como de un líquido blanco, pegajoso. Sintió miedo. No podía ser bueno eso… por algo le prohibía contárselo a nadie, a riesgo de que le cortaran la cabeza. Tenía que callarse, como siempre. Pero ahora tenía miedo, lo sentía en el estómago.
Se arrodilló junto a la higuera y comenzó a rezar: Padre nuestro que estás en el cielo…
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11 comentarios:
Ahhhhhhhhhhhhh, no me dejes así!
Che, qué bien te están saliendo estos cuentos!
Qué linda la higuera!
Lástima que sean tan cochinas cuando comienzan a caer los higos se hace un enchastre bàrbaro, jaja.
Que tengas un feliz comienzo de semana!
BACI, STEKI.
¿Por qué para ser tan mala gente hay que desgraciar una vida en sus comienzos?
¿Por qué no mejor ser drogadicto y arruinarse la vida propia o al menos ser ladrón y ser instado a devolver lo robado?
¿Cómo puede haber violencia y cobardía en el inocente escenario de una niña y una higuera?
Confiemos en que existe la Justicia Divina y que le aguarda una eternidad de merecido sufrimiento.
Vaya me dejaste impactado con lo del líquido blanco; sinceramente no lo esperaba de una niña tan wena...Brutal!Un saludo!
Que la niña pida permiso para abandonar la mesa y que se inque a rezar cuando siente miedo, son datos que le confieren al cuento toda su eficacia formal.
El tema -por supuesto- da para consignar unos cuantos lugares comunes llenos de indignación y etc.
Pero la nena pide permiso y reza y eso convierte al cuento en algo terrible y honesto.
¡Llená el maldito changuito con trabajos así! ¡Muy bueno!
Bello!...e para ti...
"quiero esculpir mi nombre en tu mirada
para estar a tu lado dia e noche."...
e en link "poetas á mesa"...dolces...para ti.
Ufffffffffffffffffff.
Que rabia tengo.
Bueno pero me dolió.
Besos.
Claudia
Muy buen relato, descripción perfecta de los lugares y de las emociones.
Es una lástima que los inocentes juegos de los niños se manchen con la inconsciencia de los mayores.
Un abrazo.
Juan Antonio
Me sorprendió que escribieras un cuento así, Durísimo...."humanos son los cavan tricheras..son los que cortan higueras..(Pastoral)". besos
nena, me parece que no te han leído bien esto.
Es muy terrible.
Me hizo mal.
Y espero que ese reverendo hijo de mil puta, como todos los reverendos hijos de mil puta abusadores de menores, si es cierto que existe Dios y un infierno, paguen lo que han hecho con dolor propio.
nada hay más puro que la inocencia de un niño.
Nada.
Me hiciste sentir tristeza y pena de pertenecer al género humano.
India
¡Pero qué terrenos! ¿eh?
En fin.
Saludos,
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