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Ilustración de Adriana Lucas |
Olía a sexo. No importaba cuántas veces me bañara y me perfumara. Seguía oliendo a sexo. El olor me perseguía por cada rincón de la casa. Lavé las sábanas, las toallas, mi ropa. A cada instante me olía la piel, el pelo. Hasta las cortinas lavé, creyendo que los efluvios de nuestra noche de pasión -vino, saliva, sudor, semen, lágrimas- se habían impregnado en todos lados.Nunca me había sucedido algo igual. No es que me molestara mucho, al contrario,ese olor algo almizclado me erotizaba. Pero estaba el nene. No quería que se diera cuenta de nada. Aunque tal vez solo fuera sugestión y no se percibía ningún olor delator.
- ¿Te gusta este aromatizador que compré? Huele a jazmines ¿viste?- Sí mami, pero igual se siente el olor de Nemo. Se murió el sábado y descubrí que en la caracola de arriba de la tele, lo podía velar lo más bien. Lo tapé con los pétalos de la rosa del jardín. ¿Tres días serán suficientes,má?.