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Ilustración de Adriana Lucas |
Hace poco comencé a tener una sensación extraña, una suerte de no estar en este momento y lugar. Como de una estática distinta en el aire. A la vez, una necesidad de encontrar respuestas en lo sobrenatural, en lo desconocido. Me sentía fuertemente atraída por lo cerebral, las energías, las percepciones, los mundos paralelos y la mecánica cuántica. Desde entonces he visto videos, documentales, películas y series que trataban estos temas. La inversión de los polos, el tercer ojo, la electricidad cerebral, los agujeros de gusano, los sueños, las profecías apocalípticas, el lecho marino, la migración de las aves. Estaba al borde de la locura por la imposibilidad de evitar la inminente catástrofe cuando comenzó el dolor.
Primero fue en el pecho. Subió por los hombros, el cuello, la mandíbula y se instaló en los oídos. Iba, en recorrido sordo por mi dentadura hasta el otro oído y volvía, en latidos constantes, a través de las sienes. En lugar de suicidarme, fui a la guardia.
Luego de una breve revisión y un par de radiografías, concluyeron que tenían que operarme:
- Así te sacamos todos los pájaros que tenés en la cabeza – dijo un médico algo burlón. Hicieron el nido en la muela de juicio que todavía no salió y está inflamando el trigémino. Quedate tranquila que en una hora estás afuera.
Fueron dos horas, ayer por la tarde. Aún tengo la cara hinchada y algunos pájaros revoloteándome en la frente. En cuanto se aquieten, comenzaré a contarles algunas cosas que me dijeron.
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Primero fue en el pecho. Subió por los hombros, el cuello, la mandíbula y se instaló en los oídos. Iba, en recorrido sordo por mi dentadura hasta el otro oído y volvía, en latidos constantes, a través de las sienes. En lugar de suicidarme, fui a la guardia.
Luego de una breve revisión y un par de radiografías, concluyeron que tenían que operarme:
- Así te sacamos todos los pájaros que tenés en la cabeza – dijo un médico algo burlón. Hicieron el nido en la muela de juicio que todavía no salió y está inflamando el trigémino. Quedate tranquila que en una hora estás afuera.
Fueron dos horas, ayer por la tarde. Aún tengo la cara hinchada y algunos pájaros revoloteándome en la frente. En cuanto se aquieten, comenzaré a contarles algunas cosas que me dijeron.