
"Máaaaa... estoy aburrido..." mientras desde la biblioteca, la cajonera y el baúl, algunos libros, juegos y juguetes llevan una vida de ociosidad, interrumpida semanalmente por el paso intempestivo del plumero.
"No quiero jugar solo..." esgrime con el hábil manejo de ese llanto culpabilizador que me conozco de memoria. Entonces ensayo algunas de esas frases que siempre odié y que, cuando las escuchaba, me hacían pensar en un "y a mí que me importa", prudentemente callado:
- Cuando yo tenía tu edad...
- Bueno, está bien, negociemos- como si yo se lo hubiera propuesto.
- Qué negociamos? - pregunto, arrepintiéndome de algunas de mis expresiones fielmente copiadas por esta esponja ultra absorbente.
- Nos turnamos con la compu y con la tele, yo practico las tareas a la mañana, y a la tarde, si no salimos, jugamos los dos a algo...-con esa cara de haber concebido el plan perfecto.
A mí no se me ocurrió pensar en una rutina para los 20 días de receso.
Su plan, si bien necesita de algunos ajustes, parece muy viable. Comenzó a regir desde ayer.
¡Buenas vacaciones! Nos vemos en la vuelta a la normalidad.
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