
El castillo de incólume templanza que he venido sosteniendo durante 9.115 horas, ha mostrado su primera fisura en la azotea.
Raudamente los especialistas hicieron un terapéutico apuntalamiento para evitar el derrumbe de tan magnífica obra (palabras de ellos).
Pero a partir de ahora debo comenzar con la refacción interna, inevitablemente justa y necesaria, que si bien tomará algún tiempo, no será ni más ni menos que el preciso para que el castillo vuelva a la normalidad.
Para solaz propio y de terceros.
Mientras tanto, y siempre que el tiempo lo permita, les iré contando sobre los avances de la obra.
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