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Explicación Cortita

Lo característico de la minificción o microrrelato, es su capacidad para disparar sugerencias múltiples en la mente del lector. Para ello se vale de la ambigüedad y de modos oblicuos de expresión, como la ironía, que apuntan a que lo que parece ser no sea, o no se sepa con seguridad si es o no es. De ahí que la paradoja y la parodia sean tan frecuentes. También lo es el doble sentido, en cuyo caso se acerca peligrosamente al chiste. En este límite, el trabajo con las palabras es lo que determina la diferencia".

Raúl Brasca.

domingo, 3 de octubre de 2010

Ana de los Gatos


Ana de los Gatos. Así la llamaban en el barrio. Así la conocieron en todo el mundo. Nieta e hija de veterinarios, ella no necesitaba serlo para proteger a los animales más que a su propia vida. El día de su entierro, detrás de las únicas dos vecinas que acompañaban el féretro, se formó una larguísima fila de animales de las más diversas especies, pero sobre todo, gatos. Numerosas familias de gatos se sumaban a la caravana a cada paso. Los abuelos aún recuerdan los maullidos lastimeros que enloquecieron a la ciudad durante la media hora que duró el entierro. Hubo madres que salían a la calle desesperadas, temiendo que algo catastrófico estuviera provocando esos llantos de criaturas. Cuando todo acabó, una tristeza inmensa invadió la ciudad. En medio de un nuevo silencio, notaron que no había animales en ningún lado. Ni hormigas trabajando, ni pájaros volando, ni perros ladrando. Tan insoportable era esa tristeza que uno a uno, todos los habitantes de la ciudad, se dieron cita en el cementerio, donde los animales velaban la tumba de Ana. Cuando el último de los ancianos presentó sus respetos frente a la lápida, los animales retornaron a sus vidas, marcando para siempre en el calendario local el día en que Ana de los Gatos murió.


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17 comentarios:

David Moreno dijo...

Vaya, me dejo un poco se triste melancolía. Pobre...aunque fue muy querida.

Un saludo indio

Belén Lorenzo dijo...

Apostó por la amistad fiel, más duradera, y así se demostró en su entierro...
Un abrazo, Claudia.

TORO SALVAJE dijo...

Que delicia de cuento.
Enternecedor.

Besos.

Odile dijo...

Seguro que Ana tenía alma de gata.

Un beso que maúlla por amor

Anónimo dijo...

Asi son los animales y así nos compartamos a veces los humanos. Necesitamos de un empujoncito para salir de nosotros mismos y de nuestras cosas. ¿Pereza, desesperanza?
Un abrazo. Me encantó tu mini de hoy.

Maite dijo...

Bonito cuento, Claudia, muy tierno y muy bien escrito. Un abrazo.

Torcuato dijo...

Me ha gustado mucho el cuento de Ana de los gatos.
Un beso.

Anónimo dijo...

Me ha recordado a un fantástico ecosistema, Claudia. Es como si la naturaleza entera quisiera restablecer un equilibrio que se había roto con la muerte de Ana. Muy bonito.
Saludos.

Anónimo dijo...

De nuevo un estupendo micro, Claudia, aunque para mi gusto peca de cierto exceso. Conforme lo iba leyendo la tensión crecía en mí; y alcanzó su paroxismo en la frase: "la media hora que duró el entierro". A partir de ahí, todo lo demás me sobra, quizás porque ya estaba sugerido.
Un fuerte abrazo,
PABLO GONZ

Manuel dijo...

Claudia, me ha recordado tu cuento al romance de San Antonio y los pajaritos, como pensé que te gustaría aquí te dejo el enlace: http://www.youtube.com/watch?v=mcEEDgh-vMw
Saludos.

Unknown dijo...

Tu relato de hoy Claudia, me trajo a la memoria una situación que viví a los 22 años, cuando aún viviendo en Buenos Aires alquilé una habitación en un viejo caserón donde iba a colocar una maquinas de una pequeña imprenta que tenía.
El baño de la casa estaba ubicado fuera de las habitaciones, y para llegar a él había que atravesar 2 patios.
La primera vez que necesité usarlo, atravesé el primer patio, y para pasar el segundo tenía que abrir una pequeña puerta de chapón. Al abrirla, una “mar” de gatos se vino maullando hacia mí. Claro está que la cerré inmediatamente y me olvide de mis necesidades.
Parece ser que la dueña de casa, una mujer mayor, viuda, y que vivía sola en esa mansión, acostumbraba alimentar gatos vagabundos que rondaban por las azoteas de los techos de las casas vecinas, y yo había llegado justamente a la hora de su cena!.

Supongo que aquella mujer ya debe haber fallecido; no recuerdo si se llamaba Ana, pero apuesto a que en su entierro tiene que haber sucedido lo que describís en este maravilloso cortito!.

Gracias.

Besos.
Rik

Maga h dijo...

Los gatos tienen alma femenina.

Hermoso cuento.

Abrazo grande Clau!

Daniel Os dijo...

Debe ser por su capacidad para intuir, calcular y dominar que no me gustan los gatos… o tal vez sí me gustan, pero con similares características prefiero a las mujeres.

Un beso,
D.

foton dijo...

Muy agradable lectura. De verdad una gran leccion.

Saludos.

Fabiana dijo...

Es que los animales son los únicos realmente fieles a nosotros. No hay nada que hacer.

Besitos.

bicefalepena dijo...

Es un cuento que está completamente equilibrado. Suena tranquilo. Y a flauta de Hamelín...

Me ha encantado.

Un abrazo.

Marcelo dijo...

Ëste me pegó a mi...en mi barrio la gatera es ex-maestra y se llama Graciela, pero mi esposa y yo creo que tambien tenemos un lugarcito en el cielo animal, si es que existe algun cielo, claro...